Sin Voz

¿Por qué los padres latinos en Boston no tienen suficiente representación en las decisiones de las escuelas?

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Los niños latinos son el grupo étnico-racial más grande en las escuelas públicas de Boston (BPS), pero la voz colectiva de sus padres no tiene relevancia en el sistema.

De hecho, apenas se oye.

Los padres latinos tienen muy poca representación en los consejos escolares y no hablan ante el comité escolar a un nivel que fomente la pluralidad de sus hijos en el distrito, según datos del departamento escolar. Los estudiantes latinos representan el 42 por ciento de las inscripciones.

“Puede que seamos la mayoría, pero somos una mayoría silenciosa”, dice Julia Mejía, directora ejecutiva de la Collaborative Parent Leadership Action Network.

El silencio relativo de los padres latinos entra en conflicto con lo que hay en juego: los estudiantes latinos tienen una de las peores calificaciones del distrito. Y aunque los estudios demuestran que la participación de los padres en la escuela fomenta el aprendizaje y mejora el comportamiento, Boston, con los años, ha reducido el personal dedicado a integrar a los padres en general.

Sin Presencia En Las Escuelas

Las leyes estatales requieren que todas las escuelas tengan consejos — conformados por un número igual de padres y personal — para tomar decisiones en cuanto al presupuesto de la escuela, contratación y planes de mejora. El número de miembros en el consejo debería representar ampliamente a los padres, según esa misma ley.

WGBH News analizó los datos del distrito de las escuelas de Boston en las que al menos 50 por ciento de los estudiantes son latinos y descubrió que los padres con apellidos españoles constituían la mayoría de los miembros padres en 9 de las 35 escuelas. Otras 6 de las 35 no parecían tener consejos y en cuatro no había representación de padres.

No todos los latinos tienen apellidos españoles, y algunas personas que tienen apellidos españoles no se consideran a sí mismas latinas. WGBH News obtuvo los nombres de padres de los consejos escolares de 96 de las 122 escuelas de las BPS. Las listas no incluían raza o etnia, de manera que contar los apellidos españoles fue la mejor manera de saber aproximadamente cuántos padres latinos participaban en estos consejos.

“Aún no lo logramos,” afirma Mónica Roberts, jefa oficial de participación de las BPS. “Creo que los líderes de nuestras escuelas dirían lo mismo. Es algo en lo que estamos trabajando continuamente.”

Mientras que algunas escuelas no tienen consejo escolar, otro sí las tienen, pero no tienen tantos padres como profesores, explica Roberts.

“Algunas escuelas tienen una diversidad racial, étnica, lingüística y socioeconómica muy fuerte,” añade. “Otras, no.”

Sin Presencia En El Podio

Los padres con apellidos españoles no tienen una participación amplia en las juntas de los comités, posiblemente porque no están tan involucrados en los consejos escolares o las escuelas de sus hijos ni siquiera tienen. Los padres tienen que saber va a haber recortes de presupuesto en las escuelas de sus hijos, por ejemplo, antes de intentar prevenir la pérdida de fondos.

Durante el año escolar 2018-2019, en Boston se inscribieron 442 personas para participar en los comités escolares semanales. Según un análisis de WGBH News a partir de datos de las BPS, 27 de ellos eran padres con apellidos españoles, lo que representaba un 6 por ciento de los participantes.

Cuando, en otoño de 2018, las BPS hicieron una encuesta online para elegir superintendente y de nuevo en abril para la elección entre los tres finalistas, un total de 6 personas completaron las encuestas en español, aunque 27 por ciento de los estudiantes hablaban español como primera lengua, según datos de BPS.

“Hablar en público ciertamente no es la única manera de informarnos de los planes o propuestas comunitarios que se exponen en el comité o que plantea el distrito,” afirma el Presidente del Comité Escolar Michael Loconto.

La nueva Superintendente Brenda Cassellius fue contratada, en parte, por su visión de lo que ella llama “participación auténtica” de los padres. En sus primeros días, ha integrado a latinos y padres hispanoparlantes asistiendo a misas en español, ofreciendo entrevistas con medios de habla hispana en televisión, aumentando el número de administradores latinos dentro de las BPS y teniendo como mano derecha a una administradora latina de alto nivel que trabajaba para ella en Minnesota. Sin embargo, sigue siendo un gran reto superar años en los que se les ha privado de derechos.

¿Por Qué No Están Más Presentes?

En entrevistas, los padres latinos, académicos, organizadores, miembros de los comités escolares, profesores y funcionarios de las escuelas de Boston dan muchas explicaciones acerca de por qué los padres latinos no están bien representados en la toma de decisiones de las escuelas.

“Los padres latinos no tienen trabajos flexibles,” afirma Liliana Arteaga, copresidenta del consejo escolar en la Escuela Montessori Dante Alighieri, en East Boston. “No pueden tomarse el tiempo para ir a un montón de juntas.”

Elsa Flores, madre y educadora de padres en East Boston, explica: “Algunos padres tienen miedo de ser deportado. Y piensan que las escuelas estan ayudando a ICE.”

Angelina Camacho, que tiene un hijo en la Escuela Hurley K-8 en el South End, explica, “No somos un grupo homogéneo de personas. Y hasta que se nos reconozca como el grupo dinámico que somos, no tendremos mucha influencia.”

Camacho fue recientemente copresidenta latina del consejo de padres de toda la ciudad (Citywide Parent Council), un puesto que dejó de existir.

¿Un Punto Ciego?

El cuarenta y dos por ciento de los estudiantes de las BPS son hispanos según el estado. Más de una cuarta parte de los estudiantes del distrito hablan español como primera lengua. La mayoría de los latinos en Boston tienen raíces en Puerto Rico, República Dominicana, El Salvador, Guatemala, Honduras y Colombia.

La mayor parte de los latinos que asisten a las BPS son pobres — 66 por ciento están en “desventaja económica,” según el estado.

En este artículo, los padres brasileños no se consideran hispanos. Aunque algunos se consideran latinos porque son de Latinoamérica, el estado usa el término “hispano” para identificar a los hijos de puertorriqueños, cubanos, mexicanos, dominicanos, descendientes de Centro o Sudamérica. Los brasileños suelen clasificar a sus hijos como “otros” en los formularios de las BPS dijo la miembro del Citywide Parent Council Danubia Carmargos Silva. Ella escribe “brasileño” para que su hijo se contabilice como lusoparlante.

“El distrito aún es reacio a reconocer el cambio que se ha producido en la demografía del cuerpo estudiantil en las BPS”, dice Miren Uriarte, profesora jubilada de La Universidad de Massachusetts en Boston y antiguo miembro del comité escolar de las BPS. “Hay una resistencia real incluso a admitir y valorar el hecho de que es un distrito multicultural.”

Uriarte dice que este punto ciego evita que el distrito cree programas adecuados y servicios para los niños latinos y sus padres.

El punto ciego puede ser un reducto de la historia de desegregación de Boston, en la que las familias de color pedían escuelas mejores para sus hijos, y algunas familias blancas y líderes resistieron integrando escuelas mediante el busing.

Boston aún se ve a sí misma como una ciudad de residentes blancos y negros, que aun trabaja en la desegregación de las escuelas, afirma Lorna Rivera, profesora en La Universidad de Massachusetts en Boston y miembro del comité escolar.

Esta dinámica fue muy evidente, dijo, durante la elección de superintendente a principios de este año.

Rivera apoyó a la candidata cubanoamericana Marie Izquierdo, de Miami. Rivera creyó que Izquierdo haría más por las necesidades de los estudiantes latinos y todos aquellos que estaban aprendiendo inglés.

“Me gusta Cassellius,” dice Rivera, refiriéndose a la nueva superintendente Brenda Casseellius, afroamericana y excomisionada de estado de educación en Minnesota. Rivera dice que le molestó cuando los miembros del comité escolar hablaban de elegir a Cassellius porque “trabajaría bien con ‘la comunidad’”.

“¿De qué estamos hablando?” dice Rivera. “Seamos honestos. La comunidad somos los latinos.”

Sin embargo, el silencio relativo de los padres latinos en el distrito reduce su influencia.

Tras la elección del superintendente, Rivera dice que uno de sus compañeros miembros del comité explicó por qué había votado por Cassellius, y dijo, “Bueno, no he recibido ninguna llamada de los latinos.”

Sin Respeto

Los inmigrantes que no hablan inglés con fluidez se quejan de no sentirse respetados en las escuelas de sus hijos.

“Casi siempre nos están viendo par abajo, como que no valemos nada,” dice Elsa Flores, quien enseñaba ciencias y matemáticas en El Salvador antes de mudarse a Boston hace dos décadas. “Que, ay, estos latinos vienen a este país a invadirnos.”

Flores describe la trayectoria vertiginosa de sus tres hijos por las escuelas de la ciudad.

Su hijo mayor entró a las BPS unos años después de 2012, cuando se aprobó una ley a través de una consulta electoral que esencialmente prohibía la educación bilingüe, lo que algunos educadores interpretaron como una prohibición absoluta del español en los salones de clase.

Cuando Flores vio a su hijo batallar en las clases por no hablar inglés, se acercó al profesor y le pidió ayuda.

“Yo puedo ver que mi hijo no tiene el nivel de aprendizaje de inglés para que pueda estar en tu clase. Usted me podría apoyar ayudándole más para que avance?” pidió en español. Ella dice que él le respondió susurrando: “Señora, yo no puedo ayudar a su hijo. No se me permite hablar español en esta escuela. Si lo hago, pierdo mi trabajo.”

Ella recuerda cómo este mismo hijo fue transferido a otras escuelas sin ser informada y —incluso este último año — tuvo que acudir a juntas para revisar los planes de educación especial de su sobrino en los que la escuela no proporcionaba un intérprete, algo que tienen la obligación de hacer.

“Que nos vean como socios, parte de la educación de nuestros hijos. Desafortunadamente, no nos ven así en muchas escuelas,” dice Flores.

Conoce Tus Derechos

Aunque Flores fue profesora y tiene titulación superior de una universidad de El Salvador, dice que no tuvo el valor de hablar en las escuelas de sus hijos. Luego aprendió de otros padres y organizadores que tiene derecho a oponerse a la asignación de una escuela, solicitar que se evalúe el progreso de su hijo y pedir que los documentos que tienen que ver con su plan educativo le sean proporcionados en español.

Algunos educadores, padres y organizadores piensan que el distrito debería ayudar más a los padres latinos que no crecieron en los Estados Unidos continentales para que entiendan las expectativas de los padres en las escuelas americanas.

Angélica Infante-Green, actualmente comisaria de educación estatal en Rhode Island, y candidata en Massachusetts hace dos años, abogó por formar a los padres de inmigrantes y de bajos recursos. No fue seleccionada para el puesto.

Durante la entrevista de para el puesto, al preguntarle cómo aumentaría la participación de los padres, dijo que empezaría con grupos comunitarios de confianza para enseñar a los padres cuáles eran sus derechos en las escuelas.

“Dales las herramientas para voltearse y decir: Ey, estas son las cosas que nos prometieron. ¿Cómo las conseguimos?” dijo.

Julia Mejía, que ha formado a padres inmigrantes, dice que algunas personas piensan: “no nos importa. Pero la verdad es que sabemos que el sistema educativo estadounidense es muy diferente al de nuestros países natales. Aquí se supone que tenemos una voz, que participamos, pero no creo que se haga mucho para ayudar a educar a los padres acerca de su papel en eliminar la brecha académica o en conocer sus derechos.”

Mejía — que se presenta para el Consejo de la Ciudad de Boston — también asesora a las escuelas y al estado a diseñar estrategias para que los padres se involucren más.

Cuando Los Latinos Tuvieron Voz

Los puertorriqueños y los cubanos empezaron a llegar a Boston en grandes cantidades en los años sesenta y setenta. Los puertorriqueños tenían la ciudadanía estadounidense y podían trabajar legalmente. Aceptaban salarios bajos. Los cubanos llegaron huyendo de la revolución de Fidel Castro.

Cuando llegaron aquí, sus hijos no la tuvieron fácil. Las BPS no tenían programas adecuados para enseñar a los niños que no hablaban inglés. Como resultado, miles de niños puertorriqueños y cubanos no asistían a la escuela, según un estudio del año 1969 realizado por The Task Force for Children Out of School.

En 1971, los legisladores dieron un paso adelante con una ley que obligaba a las escuelas a enseñarles en sus lenguas nativas durante unos años hasta que empezaran a aprender en inglés durante todas las horas lectivas. La ley obligó al Departamento de Educación Primaria y Secundaria del estado a crear grupos de padres que participaran en los programas bilingües.

Habría un grupo de padres representando cada lengua. En Boston, donde había programa para múltiples lenguas, estaban gestionados bajo el grupo Bilingual Master Parent Advisory Council, o MasterPAC.

Mientras tanto, el juez Arthur Garrity Jr solicitó la creación de grupos de padres de escuela basados en la etnia y la raza y un Citywide Parent Council para monitorear la integración de las BPS. Obligó a las escuelas del distrito a pagar al personal para dar apoyo a estos grupos.

Carmen Pola encabezó el Bilingual MasterPAC. Pola, originaria de Puerto Rico, trabajó como representante sindical y estuvo apoyando a los puertorriqueños a luchar por mejorar las condiciones de sus viviendas.

Los padres de hijos con educación bilingüe se sentían frustrados con cómo Boston estaban llevando a cabo el programa. No había suficientes servicios y el distrito había planeado cambios al programa bilingüe, algo que según los padres lo haría más difícil de monitorear. La Suprema Corte había resuelto el caso de Lau v. Nichols, que en 1974 estableció el derecho civil de los niños a educación en su lengua especifica en caso de tener conocimientos limitados de inglés.

Pola y Alan Rom, un abogado que trabajó en el Lawyers Committee for Civil Rights Under Law, pensaron que podrían probar que el distrito estaba violando los derechos civiles de los estudiantes ante la decisión Lau y la ley del estado.

Según el Boston Globe, en marzo de 1979 Pola encabezó una manifestación de unos 300 padres con pancartas en diferentes idiomas frente a las cámaras de los consejos escolares de las oficinas centrales de BPS, situadas en Court Street, cerca del Ayuntamiento.

Pola levantó la mano para hablar durante la congregación.

“No estás en la agenda,” le dijo el presidente del comité escolar, según cuenta Pola.

“No entiendo qué es una agenda,” contestó ella. “Pero estoy aquí, y vas a escucharme porque nosotros te elegimos en esta ciudad, no solo para estar ahí sentado.”

Pola cuenta que el miembro del comité escolar John O’Bryant, un afroamericano, hizo un gesto para que Pola hablara.

“Nos hicimos cargo del comité escolar,” dice Pola.

Durante los siguientes meses, Pola y Rom negociaron un acuerdo voluntario con el distrito al que llamaron “Plan Lau.” El acuerdo describía exactamente cómo debían proporcionase los servicios bilingües.

El plan Lau exigía unos cuántos estudiantes debía haber por cada profesor en clases bilingües, el pago de abogados para los padres por parte del distrito e informes distritales semianuales con el estatus de la educación bilingüe. El plan también pedía aprobación del Bilingual MasterPAC antes de hacer cambios en los programas bilingües.

“Como madre, sentí que tenía poder,” dice Pola.

El plan fue modificado en varias ocasiones, pero duró 20 años, durante los que hubo varios superintendentes.

Con este plan, y para ayudar a los padres, en Boston se contrataron coordinadores de campo bilingües para cada grupo de las lenguas presentes en el distrito. Los coordinadores de campo tenían que informar a los padres de sus derechos y de los cambios en el distrito, contactarlos si sus hijos iban retrasados e incluso llevar a los padres a las juntas.

A principios de los 2000, los distritos de escuelas urbanas del estado empezaron a tener problemas de presupuesto. El costo de la educación estaba sobrepasando la fórmula para reembolsar a las escuelas. En 2002, Boston enfrentó un déficit presupuestario de 45 millones de dólares.

El mismo año el comité escolar, durante el mandato del superintendente Tom Payzant, se movió para rescindir el plan y dejar de financiar 12 puestos laborales que apoyaban el Bilingual MasterPAC.

El comité escolar también recortó posiciones que eran apoyo de otros tres grupos de padres, entre ellos el Citywide Parent Council. En total, estos puestos costaban 500,000 dólares, según el Boston Herald.

“No quieren padres que conozcan sus derechos y están forzando a los distritos escolares a hacer cosas que no quieren hacer o por las que tienen que pagar,” afirmó Rom en una entrevista con WGBH News.

Payzant no fue disponible para comentarios al respecto de esta decisión. La directora en ese momento del comité escolar, Elizabeth Reilinger, no regresó llamadas ni contestó correos.

Universidad de Padres

Unos cuantos años después de la decisión del comité escolar de eliminar la financiación para grupos de padres, el distrito contrató a una exorganizadora de padres para llevar la oficina de participación de Boston. Michele Brooks tenía grandes planes.

Inició una “Universidad de Padres” para enseñar a los padres cuáles eran sus derechos y cómo moverse en las escuelas. Ganó reconocimiento nacional.

“A los padres les urgía tener información,” dice Brooks.

“Cuando llegaron los déficits, quisieron recortar lo que consideraban no vital, y el compromiso de las familias siempre se considera prescindible,” dice Brooks. “El distrito ha elegido enfocarse en la enseñanza, enseñanza, enseñanza, y no en involucrar a las familias. No están potenciando las familias como una manera real de ayudar a los estudiantes a conseguir sus logros.”

Michael Loconto, presidente del comité escolar, afirma que “las cosas más importantes que hacemos en las escuelas son enseñar y aprender. Y por eso necesitamos ponerlas como prioridad, con los recursos de que disponemos.”

Cuando Brooks se retiró en 2015, Monica Roberts tomó su puesto en la oficina de participación de Boston.

Roberts tendrá a cinco miembros de su equipo dedicados a ayudar a los directores de escuelas, profesores y familias, en sus palabras, “cumpliré con las necesidades básicas de un consejo escolar y un consejo de padres de escuela.”

La Universidad de Padres ya no ofrece grandes conferencias para padres sino pequeños clubes en las escuelas para padres y niños, porque los padres no quieren estar lejos de sus hijos. El equipo de Roberts tiene a tres personas que se encargan de la Universidad de Padres.

Un Asunto de los Directores

Un equipo de trabajo dentro de las BPS que monitorea el progreso de los estudiantes de inglés en el distrito y los servicios de los que disponen, ha suscitado preocupación acerca de la participación de los padres no angloparlantes, no únicamente latinos.

Este equipo de trabajo revisó tres escuelas durante dos años y habló a 30-40 familias, según uno de sus miembros, Cheng Imm Tan. “Para muchos de estos padres es difícil involucrarse”, dice Tan. “No entienden el sistema y no se sienten bienvenidos.”

Durante al menos tres años, este equipo de trabajo ha recomendado que los directores se responsabilicen del compromiso familiar y de los recursos para apoyarlos. Han pedido que el distrito incluya la participación familiar a la hora de evaluar el desempeño de los líderes escolares.

“No ha cambiado nada,” dice Tan.

Si no hay recursos para que los directores ayuden a la integración de estas familias, entonces no es justo hacerlos responsables, añade.

“Hay personas en el distrito que quieren hacer las cosas bien por los niños,” dice Tan. “Pero los estudiantes de inglés siempre están al final de la fila porque siempre hay crisis que resolver.”

En los últimos años, las tensiones raciales en Boston Latin School, los problemas de transporte, los horarios de entrada cambiantes, la salida abrupta del anterior superintendente Tommy Chang, el cierre de escuelas y el plan para modernizar los edificios del distrito han dominado los titulares y la agenda de Comité Escolar de Boston y la oficina central del distrito.

Escuelas “Amigas de las Familias”

Hay una escuela en Boston que tiene un modelo de participación familiar que muchos padres dicen que funciona.

En la Escuela Primaria James Otis, en East Boston, un martes por la mañana del ciclo escolar, varios padres están tomando su café y su pan dulce antes de dirigirse a los salones de sus hijos.

Durante las últimas semanas de escuela, tuvieron reuniones especiales con los profesores acerca del progreso académico de sus hijos. Pero a diferencia de la mayoría de conferencias padre-profesor, la información se entendía fácilmente.

Un intérprete de español hablaba con un grupo de madres y padres en una mesa. En otra, unas madres comparaban informes.

Los padres aprendían si los niños estaban leyendo al nivel de su grado o si estaban haciendo lo que se esperaba de ellos en matemáticas. Recibían un paquete de materiales en el que trabajar con sus hijos durante el verano. Estas reuniones suceden tres veces al año en el Otis.

“Estas reuniones son muy buenas,” dice Caterin Ferrufino en español. “Aparte de ver el progreso que tu hijo lleva también le dan materiales para apoyarlo si hay problemas.”

Ferrufino, que es de Guatemala y lleva 21 años en Boston, cambió su hijo a la Otis después de que su hija tuvo una buena experiencia ahí.

Los profesores y directores son muy accesibles, dice.

Estas madres dicen que hacen un esfuerzo para pedir un tiempo en el trabajo y asistir a estos desayunos especiales del martes, llamados juntas académicas de padres y profesores, donde se informan del progreso académico de sus hijos. Pero no pueden asistir a otros desayunos de martes en los que los padres se reúnen y se informan acerca del MCAS o las escuelas de élite que requieren exámenes de admisión.

Este ambiente de bienvenida y apoyo, dicen los padres, ha ayudado a que los padres latinos se involucren.

La escuela Otis tiene un consejo escolar con siete miembros padres y cuatro de ellos son latinos.

En 2011, Michele Brooks empezó una iniciativa llamada Escuelas Familiares. La escuela Otis fue la primera certificada. Solo tres escuelas en el distrito han seguido el ejemplo: McKay K-8 en East Boston, la escuela primaria Patrick J. Kennedy en East Boston y la escuela primaria Mozart en Roslindale.

Roberts dice que la certificación es un nivel de calidad alto y que su objetivo es que la mitad de las escuelas sean “familiares” en los próximos cinco años, pero que esto se cumpla dependerá de los recursos.

Los requisitos para la certificación implican tener un consejo, un plan para fomentar la participación de las familias que conecte con la enseñanza en los salones, y una tasa de respuesta de más del 50 por ciento en las encuestas para saber cómo se sienten los padres con respecto a la escuela.

Madres Mentoras

Con el distrito sin un MasterPAC bilingüe, los abogados pagados por las escuelas y muchas “Escuelas Familiares,” algunas organizaciones pequeñas han dado pasos para llenar el vacío.

La iglesia episcopal St. Stephen en el South End ha estado organizando a los padres en la Escuela Primaria Blackstone durante los últimos años. Este año, esos padres participaron en una marcha hacia las oficinas centrales de la escuela en Dudley Square para protestar contra los recortes presupuestales. Sus madres fueron algunos de los padres que testificaron en español ante el comité escolar el año pasado.

La organizadora líder, Rafaela Polanco, es un ejemplo de lo que le ocurre cuando una madre inmigrante aprende más acerca del sistema americano.

Cuando su hijo entró a la escuela en Boston, no mostraba ningún interés en asistir. Ella quiso tener un encuentro con su profesor y saber qué estaba aprendiendo. Eso era todo.

“La razón por la que no me involucré en la escuela es que me sentí intimidada,” dice Polanco. Intimidada porque soy inmigrante, porque no hablo su idioma. Y pensé que mi voz no podía quizás ser escuchada.  Vengo de República Dominicana. ¿Qué tan importante puedo ser yo?”

Pero cambió de opinión después de encontrarse con un organizador de St. Stephen que le dijo lo importante que es la participación de los padres.

“Una vez que fui conociendo madres, familias latinas, me doy cuenta que no soy la unica que piensa así. Que había detrás de mi una fila enorme de familias que tenían el mismo sentimiento, ” dice Polanco.

Actualmente recluta a madres para que se unan a un programa “Madres Mentoras,” que coloca a las madres en el Blackstone de manera que pueda ayudar al maestro y aprender cómo funciona la escuela.

La esperanza es que estas madres serán mejores abogados para la educación de sus hijos y se unirán a los consejos escolares para influir en la dirección de las escuelas.

Unirse a un consejo escolar puede ser un reto, incluso entendiendo el papel de los padres en la educación y apoyo de organizadores con experiencia.

Sin Intérpretes

Claritza Rodríguez quería que sus hijos conservaran su español. Había observado cómo otros padres perdían contacto con sus hijos a medida que aprendían en escuelas solo en inglés y dejaban de desarrollar conocimiento en su primera lengua.

Estaba muy contenta de haber conseguido dos plazas en la escuela Hurley K-8 en el South End, una escuela de inmersión lingüística dual cuya misión es graduar niños con niveles académicos altos en inglés y español, y que “aprecien y comprendan las contribuciones de múltiples culturas a nuestra sociedad.”

Tras unos años en la escuela, se postuló para el consejo escolar.

“Parecía que mi voto era importante. Que podía ayudar a los niños en la escuela,” dijo.

Una vez dentro del consejo, la escuela no parecía tan acogedora para los inmigrantes como ella. Rodríguez, que es de República Dominicana, dijo que era la única madre que no hablaba bien inglés. Dice que lo entiende pero no lo habla con fluidez.

Las reuniones se hacían en inglés y “nadie traducía,” explica.

Reunión tras reunión, nadie traducía, aunque había varias personas bilingües en las juntas.

“Me sentí rechazada,” dice. “Veo muchas veces que dan preferencia a otros padres que son americanos.”

Rodríguez no asistió al consejo al año siguiente.

La escuela ahora ofrece interpretación al español durante las juntas, según los organizadores que ayudaron a los padres a hacer la petición a la escuela.

El Hurley hace un buen trabajo acogiendo a las familias e incluyéndolas en los eventos, dice Monica Roberts. Es buena para fomentar que los padres tomen un papel de liderazgo y actualmente piensa en cómo mantener esto. Pero de los siete padres que hay en el consejo escolar, solo uno tiene apellidos españoles. Y casi tres cuartas partes de los estudiantes son latinos.

“Ese es el punto en el que estamos. ¿Cómo nos aseguramos de que los mantenemos y aseguramos una diversidad sólida?,” se pregunta Roberts. “Son una escuela que realmente piensa en ello … ¿cómo hacemos el trabajo elemental para que las familias estén cómodas en nuestras instalaciones y participen?”

Roberts recomienda que los consejos escolares se enfoquen menos en conseguir fondos, ya que no todas las familias sienten que pueden contribuir o conocen a personas que puedan hacerlo.

Angelina Camacho, madre de la escuela Hurley dice que escuelas como esta, que atraen a personas económicamente sólidas y a padres que tienen mucho menos, tienen un gran reto por delante.

Los líderes escolares “tienen que aceptar y apreciar los valores de cada familia, porque tienen miedo de perder esos recursos,” afirma.

Anualmente, los padres del Hurley consiguen unos 100,000 dólares al año por proyectos como crear la biblioteca de la escuela, dar mantenimiento a las canchas deportivas y desarrollo profesional para los profesores.

Camacho dice que esos padres necesitan saber que “sus dólares son importantes para todos los niños, pero sus voces no son las de todos ellos.”

Los padres del consejo escolar de la escuela Hurley no regresaron correos o llamadas de teléfono para hablar de este tema.

Una Manera Distinta

Dada la dinámica social desigual de las escuelas, los padres que pueden recaudar fondos o que no dominan el inglés siempre están en desventaja en lo que respecta a influir en la dirección de las escuelas de sus hijos.

Puede que sea el momento de que el distrito ayude a los padres a organizarse, especialmente a los marginados, dice Camacho.

“Tenemos la responsabilidad de no quitar el dedo del renglón hasta que tengamos los mismos derechos,” afirma.

A Camacho le gusta la idea de regresar al modelo que existía en los años 70, 80 y 90, cuando el distrito pagaba a algunos padres y otro tipo de personal para organizar a los padres a tiempo completo.

El apoyo distrital para contar con un padre organizados no debería ser un elemento crucial para que los padres latinos estén más involucrados, dice Uriarte, que ha estado investigando el MasterPAC bilingüe.

También cree los padres necesiten tener confianza en hablar y se sentirían más seguros como parte de un grupo que actúa colectivamente.

Pero para Uriarte, la clave es si el distrito está abierto a escuchar voces independientes de padres que lo cuestionen.

“Muchos padres no tienen el tiempo o la energía de hacer cosas que no van a ser efectivas,” explica Uriarte. “Si ven que las estructuras ya creadas no los respetan, no tienen oportunidad de hablar, y no entienden qué sucede, van a desconectar.”

Un Nuevo Líder

Ante las preocupaciones de padres, abogados y académicos por esta falta de implicación de los padres en las BPS, Cassellius se mostró dispuesta a trabajar con los padres pero evasiva acerca de cambiar los estándares actuales de evaluación de los líderes escolares.

“Bueno, estamos en ese proceso,” refiriéndose a la participación de los padres, en una entrevista a WGBH News. “Es uno de mis grandes focos. No podremos hacer ese trabajo sin los padres y sin su voz.”

Si eso requiere proporcionar “más servicios legales y más formación…lo haremos,” dice Cassellius.

Cassellius no se comprometió explícitamente a evaluar el desempeño de los directores basándose en la participación de padres, pero declaró que espera que éstos traten a los padres como “verdaderos socios” y dijo que los administradores distritales trabajarán más de cerca con los directores de las escuelas “para saber si se respeta la diversidad y se favorece la inclusión.”

Cassellius también quiere usar los lugares de culto — en incluso consulados — para aproximarse a los padres.

Y si los padres no aprueban lo que está haciendo, Cassellius dice que con toda confianza pueden quejarse y enfrentarse al distrito.

Todavía está por verse si un superintendente puede convertir años de silencio relativo y amplificar las voces de las familias latinas. El futuro exitoso de los niños latinos de Boston depende de ellos.

Nuestra cobertura de educación de niños desde K hasta los 12 años es posible con el apoyo de la Nellie Mae Education Foundation.


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